Dos libros y seis portadas. En Raros, radicales y rebeldes me había dejado muchos personajes en el tintero, sobre todo femeninos, así que publiqué una segunda parte: Raras, radicales y rebeldes. Dos volúmenes que suman 132 microbiografías ilustradas y microperforadas para enmarcar. Los hombres y mujeres convocados en estos libros fueron vistos como extraños por sus contemporáneos: sólo su habilidad para escribir un poema, pintar un cuadro o bailar sobre un ring les pudo otorgar la bula de perseverar en su diferencia. Raros, radicales y rebeldes: tres adjetivos que estigmatizan a quienes, con orgullo o indiferencia, los reciben. La diferencia les ha hizo un poco más libres, un poco más dueños de sus días, ya que no más felices. Las pequeñas notas biográficas que constituyen estos libros no pretenden —de ninguna manera podrían— explicar la totalidad de una vida: son pinceladas, mínimos retazos, breves apuntes escogidos que inviten a buscar.

Dos libros y seis cubiertas: Raros, radicales y rebeldes y Raras, Radicales y rebeldes, ambos publicados por Modernito Books, una editorial pequeña y con la que, pensaba, compartíamos ciertos valores (pero en el mundo editorial no es oro todo lo que reluce). Guardo la esperanza de reeditarlos como un solo libro con una editorial seria en un futuro no muy lejano. Este ha sido, hasta la fecha, mi proyecto más personal. Una suerte de homenaje a todos aquellos «raros» y «raras» que figuran en ese panteón de anti-héroes que han enriquecido nuestra vida con sus canciones, sus poemas, sus películas, sus fotografías o su militancia. No son caricaturas ni retratos, sino más bien «imágenes» a las que encomendarse cuando las vida nos hace pagar un precio por nuestro derecho a la diferencia. La lista es muy larga (casi 150), empezando por los protagonistas de sus cubiertas: Amy Winehouse, Roberto Bolaño, David Bowie, Gerda Taro, Maud Wagner y Antonio Vega. Os dejo que adivinéis el resto, entre los que se encuentra mi querido Carles Fontseré, a quien tuve la ocasión de tratar; Leonard Cohen, a quien perseguimos por los salones del Hotel Reconquista de Oviedo, mientras dábamos los últimos retoques a Ilustrísimo Sr. Cohen (apenas tuvo tiempo de saludar brevemente, mientras lo seguían martirizando presentándole burócratas de la cultura, políticos y profesionales del dolce fare niente). También figura el siempre añorado Pepe Rubianes (su hermana calificó el dibujo de «horrible»).